Artículo de Astrix ( Sospechoso habitual )
Hoy en día el deporte, y en particular el fútbol, se sitúa en el podium de los fenómenos sociales y culturales existentes en este país. La profesión de informador deportivo nace justamente en el momento en que el deporte alimenta el interés de la gente, y el medio de difusión más usado para que estos informadores den a conocer las últimas novedades es, claramente, la televisión.
Quizá vaya con la idiosincrasia del español medio, pero su extensión en el periodista deportivo deja bastante que desear, con contadas excepciones. Sin ánimo de volver a redundar en la prensa escrita, la amplia oferta de canales de TDT nos permite poner cara al periodista deportivo que antes únicamente conocíamos de oídas por lo que radiaba o de leídas por lo que escribía.
Cuando el aficionado ya tiene una edad y un criterio definido, no puede evitar hartarse de esa autoridad ética con la que el periodista de turno se autoinviste para juzgar a otros, anhelando el destierro a una isla desierta para ciertos juntapalabras debido a la degeneración a la que han abocado su trabajo. Así, en este país, el presentador deportivo lo tiene sencillo para ser poco riguroso, forofete y barriobajero, dado que eso vende, por ser la temática que manejan bastante subjetiva y visceral, y porque su público es la masa, desde el catedrático hasta el alumno de primaria. En definitiva, no hace falta ser muy talentoso para triunfar en el periodismo televisivo-deportivo y es muy fácil destacar, a poco que seas locuaz y sueltes perlas de vez en cuando.
Este mundo del fútbol-periodismo está lleno de enchufados, ineptos prepotentes y sabiondillos del tres al cuarto, que ni siquiera saben hablar con corrección (y menos escribir) pero que se han labrado una posición de poder erigiéndose en paladines de la opinión futbolera y desprestigiando al que osa criticar al poderoso al que han peloteado para llegar al lugar donde están. Algunos se sienten cómodos en la televisión, y otros sacan un videoblog para manifestar sus inquietudes y sus opiniones como si fueran verdades supremas, limitándose a demostrar, en dos minutos, cómo se puede conjuntar de manera sublime la prepotencia y la impotencia.
Así, cuando un aficionado medio, al que no le importa que el 90% de la información deportiva sea sobre fútbol, se sienta delante del televisor un lunes al mediodía para enterarse de cómo ha ido la jornada de Liga, lo tiene crudo:
* En la primera cadena podemos comprobar un resumen rápido, breve y mal comentado de los partidos, no dando prioridad a nada, pero resultando insuficiente la oferta para este aficionado. Sus comentaristas, eso sí, suelen ser más objetivos que los compañeros de otras cadenas, pero adolecen de ese “punch” necesario para, además de informar, comunicar, en lo que va implícito ese factor de entretenimiento que engancha al espectador. El público es soberano: no valen los presentadores fanáticos, pero tampoco los sosainas.
* En Antena 3 comprobamos que las primeras noticias siempre son del equipo con más seguidores, con la cara visible de un presentador madridista hasta la médula y una cadena que se centra en noticias de dudosa importancia, todas relacionadas con el fútbol, casi siempre, del Madrid.



Tras la irrupción de la TDT hemos podido ver en imagen a aquéllos que solamente podíamos oír o leer. En particular, dos cadenas se llevan la palma en cuanto a la información deportiva, y están cortadas por el mismo patrón. Sin ánimo de meterse en política, su tendencia deportiva, a mi modo de ver, es fruto de ese tópico representado por Aznar: de derechas y del Madrid.

* En Intereconomía encontramos un programa hecho a la medida de sus tertulianos. Muchos lo vemos como un programa de humor, pero enseguida nos preocupamos por comprobar que realmente es tan pretencioso como demuestra. Está formado por una serie de niños moderados por uno de los peores comunicadores del fútbol. El argumento del programa es siempre el mismo: el Barça, o alguien del Barça, ha hecho algo que los tertulianos consideran digno de criticar; el Madrid, a pesar de no ganar nada, debe ser ensalzado por su señorío y sus valores; los fichajes del Madrid han triunfado; los fichajes del Barça han fracasado; los tertulianos más forofos ríen con los sms de los aficionados de su misma calaña a los que ellos mismos alientan con sus trifulcas verbales. La soberbia con la que muchos de los colaboradores alimentan falacias y mentiras es digna de estudio. Son recurrentes las alusiones al palmarés de unos y otros para justificar, como en riñas de patio de colegio, lo injustificable. Habría que explicar a los responsables del programa que existen más equipos que el Madrid y el Barcelona, pero dado que el modelo triunfa entre los más afines a la ideología del bipartidismo futbolístico, para qué cambiarlos. Por otro lado, otros solamente lo vemos muy de vez en cuando para ponernos al final de “mala leche”.
En resumen, si uno cree en la dignidad del fútbol, uno no se rinde a creer en la dignidad del periodista deportivo en la televisión, pero no puede evitar sentir cierta tristeza al pensar que en este país de pandereta los extremismos sobresalen por encima de la razón. Un periodismo deportivo más plural, real y más objetivo no triunfaría, con lo que muchos nos dedicaremos a escribir en blogs como éste para desahogar nuestras penas. En este gremio en el que triunfan las ovejas negras por encima de las blancas, azulgranas, rojiblancas o del color que sea, seguiremos aplaudiendo a aquellos que sí llevan la dignidad a su profesión, por muy pocos que sean.